Cuenta la leyenda que una vez un hermoso y fuerte roble se vanagloriaba de su poder y fortaleza y con ello se burlaba del junco que era su vecino, diciendo “yo soy grande y tengo poderosas ramas”. ¡Qué pequeño e insignificante eres! Al junco no le molestaban estas palabras, pero sí le entristecía la vanidad del roble.
Una noche, de manera inesperada, llegó la tormenta, azotando con sus fuertes vientos todo a su paso. El roble ofreció toda la resistencia que pudo, intentando vencer a la tormenta con toda la fortaleza que sabía, poseía. Mientras que el junco, sabiamente, se movía con la dirección del viento, de manera flexible. Al día siguiente estaba el roble destrozado, arrancado de raíz y por el contrario, el junco había salido ileso ante la sorpresa del roble que no entendía cómo siendo tan débil, su vecino había sobrevivido a la tormenta.
Espero que quede aprendida la lección, aunque conociendo los antecedentes permítame que lo dude, Míster.
A seguir creciendo.