—Lleva cinco partidos con el Espanyol, después de estar ocho meses sin competir. ¿A qué nivel se encuentra?
—Soy consciente de que aún me falta, pero me voy encontrando mejor, más rápido, con esa chispa que no tenía. No es lo mismo entrenar que competir, me faltaba ritmo. Llevo tres partidos titular. La progresión es buena. Desde el parón de selecciones, estamos en números de pelear por competiciones europeas.
—¿Cómo se gestó la salida del Celta? ¿Por qué al Espanyol?
—Me llamó Luís Campos mediado el mercado de invierno. Me dijo que si encontraba un equipo, y perdonaba el salario que me quedaba, el Celta me dejaría salir. A partir de ahí, yo le comuniqué mi decisión. El Espanyol es un equipo que me gusta y Barcelona una ciudad en la que ya viví. Diego Martínez es gallego, lo conocía, y se interesó mucho por mí. Le di mi palabra de que, si salía, era para jugar con él. Luego se cruzó el Sevilla, y en el Celta parecían más interesados en que los eligiera a ellos, pero yo ya me había comprometido. Y quería cumplirlo. Estoy feliz aquí.
—¿Por qué no se marchó antes? El Celta mantiene que en verano pudo hacerlo y no quiso.
—¿Qué sentido tiene eso? No salí porque no hubo acuerdo. La única opción real en verano fue la del Sevilla, pero no se dio porque tenían el límite salarial copado. El Betis jamás hubiese aceptado lo que pretendía el Celta, un intercambio por Rui Silva. Yo era un jugador desahuciado y él un portero con tres o cuatro años de contrato. Las opciones que yo traje tampoco fueron adelante, por las cantidades que pedía el Celta para que saliera. La oferta esa que dicen, de Arabia Saudí, a mí jamás me llegó, no me la comunicó nadie. Con la única persona que hablaba era con Luís Campos y él ya sabía que las ofertas de esas ligas ni las valoraba.
—¿Le trasladó usted al club que no saldría salvo que le dieran la carta de libertad?
—No, jamás. Eso no es cierto.
—El punto de inflexión, en su relación con el Celta, está en julio del 2021, con la marcha de Bryan Bugarín, representado por Intermedia. Mouriño mantiene que se subastó su incorporación.
—Ese día estaba en mi casa y me llamó Iago. Lo primero que hice fue ponerme en contacto con mis agentes y preguntarles qué había sucedido con el chico. Me dijeron que fue una decisión exclusiva de los padres, que querían irse al Madrid, y la agencia poco podía hacer. Es más, cualquiera que sepa cómo funciona el fútbol, sabe que lo mejor a esa edad, también para los representantes, es que continuase en Vigo. La agencia tenía muchos jugadores en el Celta y no se había marchado ninguno. Si alguien cree que yo cobré algo por que el Madrid se llevara a un niño de 12 años, está completamente loco. No demostraron absolutamente nada, porque eso sencillamente no sucedió. Además de que eso no es legal. Lo primero que pensé es que tenía que hablar con el presidente y aclararlo.
—Se reunió con Mouriño. ¿Qué sucedió en ese encuentro?
—Lo primero que me dijo, antes de poder explicarme, es que me buscara un equipo y le trajera una oferta. Le intenté hacer ver que no tenía nada que ver, pero que era libre para decidir con quién me relaciono. Llevo toda la vida con mis agentes, son como mi familia. Son los mismos que bloquearon mi salida al Valencia, cuando el Barcelona lo había arreglado con ellos, y me ayudaron a venir a Vigo. Le dije al presidente que no tenía intención de dejar el Celta, que quería seguir muchos años. Entendió que le estaba echando un pulso y mi intención jamás ha sido esa. Lo único que defendí fue mi derecho a decidir por mí. Fue la última conversación que tuvimos.
—¿Cree que hubo algo más en esa decisión, una motivación económica debido a lo elevado de su ficha, por ejemplo?
—No lo sé, sinceramente. Le he dado muchas vueltas. Al final, en mi carrera he estado en varios clubes, pero casa solo hay una. No sé si pudiera volver atrás, si hubiese cambiado algo. Es triste lo que ha pasado. Alrededor del presidente hay personas que tampoco le ayudan demasiado y no soy el primero que tiene problemas. Yo a Mouriño no le guardo rencor, he llegado a un sentimiento de indiferencia. Al Celta le deseo lo mejor, obviamente. Cada uno tiene que seguir su camino. No sé si podré volver algún día. Todo da demasiadas vueltas. Ojalá, pero no lo sé.
«Fue como si mi padre me pide que deje a mi mujer»
Denis Suárez volvió a jugar, con el Espanyol, el 4 de febrero. No lo hacía desde el 21 de mayo. Mouriño cumplió su palabra y no volvió a competir de celeste.
—¿Cómo han sido sus últimos meses en Vigo?
—Mentiría si digo que fue fácil. Empezaron a ponerme a parir públicamente. Se hicieron ruedas de prensa para hablar exclusivamente de mí. Que los padres de Bugarín hayan querido que juegue en el Madrid, ¿justifica todo eso? Yo creo que no. Al principio, entrenaba apartado. Luego me tuvieron que reincorporar porque estaban haciendo algo que no era legal. A mí me gusta jugar y obviamente no lo pasé bien. Me sentí respaldado tanto por Coudet como por Carvalhal, que es muy buen tío. Siempre hicieron para que me sintiera integrado. Los dos me dijeron que era una putada tenerme ahí y no poder alinearme. Que les hubiese gustado hacerlo. El día que me despedí, los capitanes hablaron delante de todos. Estoy muy agradecido. Por lo que dijeron y por los mensajes que me puso cada uno.
—Hay quién mantiene que usted no hizo todo lo posible por solucionar el conflicto, que lo tenía en su mano si quería.
—¿Y cuál era la solución? Fue como si mi padre se enfada y me pide que deje a mi mujer porque a él no le gusta. En mi vida, yo quiero decidir quién está a mi lado. Yo le di al club la opción de dejarlos al margen de todo, si ese era el problema. Que el Celta solo hablase conmigo. Pero ya nada sirvió. El año anterior, el club tenía un problema con el límite salarial para poder inscribir a Murillo y me pidió que ampliase el contrato una temporada más, para alargar la amortización, y que luego cualquiera de las partes pudiera cortarlo. Yo accedí sin ningún problema para ayudarles. De repente, me estaban matando por la decisión de unos padres. Los míos también lo han pasado mal. En algún momento se juntó también la situación con un problema personal. Cuando ves que generas daño a la gente que quieres, aunque no lo puedas controlar, te duele. Ahora quiero ser feliz y que me vean feliz.
«El Celta hizo un gran esfuerzo para que volviese, dio un salto de calidad, pero no resultó»
El pasado enero, Denis Suárez cerró su segunda etapa en el Celta, al que había regresado en el 2019 en una operación retorno que no trajo los resultados esperados, y de la que también formaron parte Rafinha, Pape Cheikh y Santi Mina.
—¿Cómo surgió su retorno a Vigo?
—Ese verano, el Barcelona necesitaba sacar jugadores. Había cerrado ya un acuerdo por mí con el Valencia. Hablé con Antonio Chaves. Le dije que, si había alguna oportunidad para que volviera al Celta, era en ese momento. Tenía la opción de irme al Valencia o al Nápoles, con los dos jugando Champions, pero a mí me apetecía estar en casa. El Celta hizo un gran esfuerzo para que volviese y yo también perdí mucho dinero.
—Se armó una plantilla ambiciosa, pero los resultados no se dieron. El equipo se salvó, con fortuna, el último día.
—Al final, no solo con fichar nombres se consigue generar un equipo increíble. El club dio un salto de calidad, pero no resultó. Empezamos jugando con un 4-4-2 —el técnico era Escribá— que no se adaptaba mucho a lo que teníamos. Luego se cambió de entrenador, vino Óscar García, llegó el covid, y todo se complicó. El equipo venía de pasarlo muy mal. Cada derrota nos generaba muchos nervios. Salíamos a los partidos con una inseguridad tremenda, con la mentalidad de que no pasara nada. Fue una temporada muy complicada. Yo tuve muchas lesiones en el tobillo. Los campos de A Madroa estaban fatal. Fue un gran salto irnos a la nueva ciudad deportiva.
—La temporada siguiente, el equipo siguió sin despegar hasta que llegó Eduardo Coudet.
—Al margen del sistema, que se adaptaba mejor, el Chacho cambió por completo la mentalidad del vestuario. La gente creyó en su discurso, vio que podíamos ganarle a cualquiera. Yo encontré la posición en la que mejor podía rendir, aunque nunca antes había jugado de esa forma. Entendí lo que el Chacho pretendía de mí y soy un jugador completamente diferente desde entonces. Si la Liga hubiese durado un poco más, hubiésemos llegado a Europa. Esa espinita me quedó.
—No se ha vuelto a estar cerca.
—Generamos expectativas, pero el año pasado pagamos un inicio con muy pocos puntos. Había buen equipo. Esta temporada, el Celta decidió cambiar su política por completo —con la llegada de Campos— y eso necesita un tiempo. Quizá se han dado demasiados bandazos.