Yo veo las siguientes vías de solución para salir de este atolladero, sin entrar en demasiados juicios de valor, simplemente describiendo los caminos que se nos abren ante esta situación.
Opción 1. Seguimos como si no hubiese pasado nada. Deportivamente, no fichamos un sustituto y todo queda como está. Esto no va a ocurrir porque sería un suicidio a nivel institucional y de opinión pública, pero es, objetivamente, una opción.
Opción 2. Mina, como es tan celtista, se echa a un lado, renuncia a su contrato, y allana el camino a la institución. Dudo mucho que ocurra, sería una ruina económica para el jugador, aunque socialmente suavizaría en parte la mala imagen con la que va a tener que convivir el resto de su vida.
Opción 3. El Celta rescinde, paga, y se deshace del paquete. Deportivamente, negocio ruinoso, pero socialmente está decisión recibiría el apoyo mayoritario de los celtistas. Mina se convertiría en un personaje eternamente denostado por el celtismo. Y eso también debería valorarlo el jugador en todos los frentes que se le van a abrir.
Opción 4. Negociación y acuerdo y, por tanto, cesiones por ambas partes. Desde el punto de vista de la justicia en materia laboral, entiendo que Mina tiene una posición estratégicamente más ventajosa para negociar y el tiempo, además, jugaría en contra de la posición del Celta.
De esas cuatro opciones creo que las más probables son la 3 y la 4 y, de darse esta última, el acuerdo final supondria menos cesiones para Mina que las que afrontaría el Celta como institución, porque ahora mismo jurídicamente tiene la sartén por el mango. El arma negociadora del Celta se reduce a ofrecerle una imagen suavizada ante el celtismo: a pesar de todas las graves circunstancias que rodean este asunto, Mina finalmente se comportó con el Celta como una persona con valores y se le agradece publicamente. En esa negociación no le veo al Celta más argumento que ese, y no es que tenga mucho peso tampoco.
Así que, en conclusión, me da que la cosa está jodida.