Es compatible sentir rabia e impotencia con orgullo por el juego desplegado. Hoy hemos hecho un gran partido, y más allá del planteamiento de Simeone el Celta les ha (casi) reducido a la nada durante (casi) todo el partido. Lástima de casis.
Sigo pensando que se está pergeñando un equipo que cuando explote hará historia en el club. Pero ya dije alguna vez que posiblemente no sea esta temporada, y quizás tampoco la siguiente, pero estos jugadores, sobre todo los jóvenes, a medida que maduren y cojan experiencia, van a terminar por engranar de tal modo con aquellos que sí la tienen pero no conocen tanto el sistema, que cuando todo eso suceda vamos a ser un equipo mayúsculo.
Y alguno pensará, sí vale, pero que este proceso no nos acabe por llevar a segunda división. A ver, fútbol es fútbol que diría el otro, pero en ese aspecto estoy tritranquilo que diría el de más allá.
Y mientras todo se desarrolla y el proceso sigue su curso yo me divierto tremendamente viendo a mi equipo, disfruto de buen fútbol y me siento tremendamente orgulloso de lo que veo y de lo que intuyo. Y también sufro y me carcome la rabia cuando este deporte nos abofetea por enésima vez contra el mismo villano de película. Porque sí, orgullo y rabia, placer e impotencia empapelan la historia del fútbol. Y el Celta forma parte de esa historia. Y lo que le queda.