Tremenda la puesta de largo de Claudio Giráldez. Yo he reconocido mis dudas ante el hecho de poner a un técnico inexperto a comerse el marrón de estas diez jornadas. Ese temor sigue ahí por la cantidad de cicatrices que un celtista tiene ya en el cuerpo pero, tras el paso del Celta por el Pizjuán, hay motivos para ser optimista. Cauto y mirando al destino de reojo, pero optimista.
Primero, por el puñetazo encima de la mesa en cuanto a propuesta. El Celta hubo momentos en los que bailó literalmente al Sevilla. Tal vez esta plantilla pueda jugar a tener el balón. A ocupar los espacios y a generar superioridades. En eso, especial mención al partidazo de Beltrán y Hugo Álvarez.
Segundo, por el bocado clasificatorio que le metemos a los puestos de descenso. Son 5 puntos, recuperando diferencia de goles con el Cádiz, y una jornada menos para que finalice la liga.
Y, tercero, por la recuperación para la causa de jugadores como Carles y la llegada de otros como Damián o Hugo Álvarez que, además de ilusionar muchísimo a la parroquia, tiene pinta de que pueden ser muy importantes.
Conviene recordar que el fútbol es caprichoso y que si el Sevilla llega a estar un poco acertado en el tramo que va del minuto 50 al 60, estaríamos interpretando el partido en unos términos muy diferentes. Hemos tenido esa dosis de suerte que hace falta en estos partidos y que, en otro tramo de la temporada, no acompañó. Probablemente la propuesta influya en que salga cara y no cruz.
Ahora, a por el Rayo. Esos tres puntos son media permanencia.