Resulta complicado comprender cómo un celtista puede a estas alturas dudar respecto a que Claudio haya sido una bendición para el Celta. Por suerte, ese perfil se está convirtiendo en una rara avis. La cantidad de aspectos positivos que ha conllevado su llegada es incontable en todos los ámbitos del equipo, club y el entorno. Estamos ahora en un contexto en el que, por unos motivos u otros, o por todos ellos juntos, resulta muy fácil enorgullecerse y disfrutar de ser celtista si uno no es el mismísimo Grinch.
Pero no pidamos perfección. Estamos en el buen camino, el Celta exuda mejoría por los cuatro costados y es facilísimo identificarse con este equipo. Los motivos dan para empezar a escribir hoy y no acabar hasta pasado mañana. Aún así, si para que alguien esté satisfecho con el entrenador hay que ganarle a todos los rivales, coincidir con todas las alineaciones y sustituciones, y jugar todos los partidos enteritos de maravilla, simple y llanamente es imposible que ese alguien esté nunca satisfecho. Da igual el inquilino del banquillo. Vayamos asumiendo que el fútbol solo le traerá insatisfacción.
Hoy, como casi siempre, ha habido imperfección pero también mucho argumento para sentirse orgulloso. Palabra de séptimo clasificado.