Sobre el papel el plan luce fantástico. Es sensato y coherente. Deshagámosnos de los jugadores cuya relación precio - rendimiento sea más bajo y apuntalemos la plantilla con cuatro fichajes escogidos en función de las necesidades concretas. Todo muy bonito. Pero resulta que llega julio y no conseguimos ni siquiera abocetar el plan. Es un plan inconcreto, además, en el que los elegidos para marchar no tienen nombre y apellidos, sino que se dejan al albedrío de las ofertas que lleguen. Y ahí ya veremos quién se va y quién se queda. Llega julio, pero no se va casi nadie, entran los nervios y vamos soltando el lastre que podemos, y no el que queremos. La realidad del día a día nos ha ido comiendo el plan. Y las inercias de plantilla que arrastrábamos no ayudan a poner en práctica un plan tan ambicioso, igual demasiado desapegado de la realidad práctica. Si esto fuera el fútbol manager seguramente Fontán, por poner un ejemplo, o incluso Iker, estarían aquí, y se hubieran ido los Unai y los Carles de turno. Pero los congrios siguen en esta pecera y es más fácil echar a las xoubas, que no muerden ...