Bueno, es que hay que ver hasta donde se limita este nacionalismo.
Si cada uno que se quiera ir se le deje marchar... por poner un ejemplo si independiza Cataluña, pero luego de Cataluña se independiza Barcelona, pero de Barcelona se Independiza el Barrio Gotic, Del Barrio Gotic se independiza tu comunidad de vecinos.. y así hasta el infinito.
Aquí Pilar Rahola da un ejemplo genial, de como se niega a otros lo que se pide para uno.
Con todos mis respetos, ese argumento es de andar por casa, y es una chorrada. Si hablamos de naciones-estado, de organizaciones territoriales, y damos peso a lo que son las naciones, los grupos étnicos etc, a la organización social y a buscar fines como sociedad, entrar en independencia de Barcelona, barrio Gotic y demás es, con todos mis respetos, llevar un asunto del plano académico al chabacano. Los grupos sociales y los grupos étnicos existen según una serie de criterios, y esos criterios existen y no son arbitrarios. Por ejemplo, a nivel étnico, una gran parte de europa forma parte de un grupo con unos trazos comunes que, por ejemplo, nos separan del norte de áfrica o del Caribe. Del mismo modo, dentro de la península ibérica hay grupos étnicos con diferencias muy marcadas, como puede ser la de aquellas poblaciones del noroeste de la península y los del extremo sur. Estas diferencias se deben a muchos aspectos pero, en general, se deben a cuestiones geográficas e históricas. Del mismo modo, efectivamente, podemos establecer otro tipo de diferencias entre las poblaciones de diversos barrios dentro de una ciudad, valga como ejemplo el barrio de Salamanca y Vallecas en Madrid, o Hispanidad y Coia en Vigo.
Dicho esto, aquí no se trata de "dejar marchar" porque alguien se quiera ir, se trata de organzarse según unos criterios y unos intereses. Se trata de hablar, de negociar y de llegar a acuerdos, precisamente porque la finalidad es organizarse, porque si cada barrio se independiza, como suele comentarse de forma estúpida por ahí reduciendo la cuestión al absurdo, no podríamos construír puentes o túneles kilométricos u hospitales, por ejemplo, que entiendo que a todos nos interesan. Del mismo modo, debemos establecer unas normas de convivencia para que, por ejemplo, si una persona del barrio de Salamanca se va a Vallecas, si le roban o lo violan haya unas consecuencias y, por lo tanto, eso tienda a no suceder. Se trata de organizarse y convivir. La cuestión es el modo.
Aquí el verdadero problema de todo esto es que las organizaciones existentes no surgen de la nada, y según el modo en que la sociedad se organice unos grupos u otros van a salir más beneficiados en ciertos aspectos, aunque solo sea porque les beneficia el statu quo por las relaciones de poder que existen. Así, van a hacer todo lo posible para que estas estructuras, que les vienen bien, no cambien, y llevarán el debate a campos que les interesan, y que no son la razón, sino los sentimientos o, incluso, el absurdo, como decir que claro, que si se independiza Catalunya también se puede independizar el barrio Gotic o una comunidad de vecinos. La falacia reductio ad absudum existe por algo. Hoy en día, precisamente, los grupos de la derecha, que son aquellos interesados en mantener el statu quo porque les beneficia (o creen que les beneficia) son los que, precisamente, más están apelando a los sentimientos, dejando la razón, la negociación y los cambios de lado, precisamente porque es un camino que consideran que no les interesa. No se habla de realidades, se habla de entelequias como "la familia", "la patria" o incluso "la identidad" y elementos semejantes tremendamente difusos y que pueden tener valoraciones muy diferentes, en lugar de poner el foco en cuestiones bien definidas como cuestiones económicas específicas, decisiones éticas particulares, etc. Por desgracia (aunque con toda lógica) son también los que controlan los medios de comunicación de masas, con todo lo que ello implica, y así estamos.