13
« en: Mayo 31, 2022, 10:52:39 »
Pasemos a lo más cañero, al después del partido, donde todo se fue directamente a la mierda.
Una vez pitaron el final la grada del Liverpool se vació con bastante rapidez. Esperamos allí a la entrega de la copa y demás y tocó salir. En las puertas de acceso ya no estábamos solo los asistentes al partido, nos esperaban grandes grupos de arquitectos e inmunólogos finlandeses para acompañarnos durante el magistral itinerario que la policía había preparado para nosotros: un estrecho puente donde hacinados como sardinas en lata avanzábamos lentamente a merced de cualquier suceso que pudiera ocurrir, una trampa mortal tanto para ser atracados como para morir en caso de provocarse una estampida por cualquier factor externo. Por supuesto ni rastro de la policía. Un gran número de aficionados nos desviamos en cuanto pudimos salir del puente: craso error. Los que sí parecían haber establecido un dispositivo eran los filósofos nórdicos. No había escapatoria, fueses por donde fueses allí estaban, superando 1 a 100 a la policía y 1 a 10 a los aficionados. Era una p... jungla. El mismo modus operandi que al inicio del partido pero multiplicado por tres. Un señor con la camiseta del Liverpool resbaló mientras trataba dar caza a un ingeniero aeroespacial que le había robado el móvil cayendo sobre los cristales rotos de las botellas que la organización no había dejado pasar al campo y había tirado al suelo en los accesos entre unas vallas que ya no estaban allí. Un padre español con sus dos hijas tenía la cara desencajada y no sabía ni donde meterse. Fueras donde fueras, había más. Entonces llegaron pequeños grupos de policía, cuatro o cinco, que en fila india lo único que parecían hacer era personarse y, de vez en cuando, cargar contra algún grupo de farmacéuticos durante unos pocos metros. Pero sin detenciones, corrían un poquito y ya está, los farmacéuticos regresaban entre risas, parecía un juego.
Para los valientes, esos que van a responder que éramos muchos, que si la culpa es nuestra por no plantar cara, etc. Desde el sofá o el bar viéndolo por TVE pues guay, os compro los comentarios.
Pero allí los licenciados tenían navajas, amenazaban con ellas, había muchos niños entre los asistentes. Que sí, que vosotros les hubierais dado dos patadas voladoras a cada uno y después os habrías ido del lugar dando un salto mortal. El único problema es que aquello era una situación real y no un videojuego. Éramos muchos sí, pero ellos eran más. Nunca estábamos veinte mil personas juntas a la vez.
Comenzamos a caminar hacia un lugar random con el único propósito de alejarnos de allí, pero lo dicho, daba igual en qué dirección caminases, aquel barrio era una cloaca sin escapatoria. Además, todo estaba colapsado: taxis, Uber, autobuses, atascos que no avanzaban, etc. No había forma de salir de allí que no fuera entre toda esta gente. Durante nuestro trayecto inicial vimos dos robos más esta vez a gente con camisetas del Real Madrid que se dirigían a los autobuses. Y digo inicial porque después decidimos dar la vuelta y volver al metro, que aunque estaría atestado de gente, al menos en los vagones seríamos todos madridistas. Bueno, todos no...
Cuando logramos acceder al metro, la situación se relajó un poco. Allí ya éramos mayoría e incluso diría que el vagón en el que viajábamos nosotros lo habíamos llenado madridistas. En la siguiente parada se subieron dos jóvenes. Por su aspecto uno de ellos parecía ingeniero aeroespacial y otro un novelista de renombre. Nada más entrar, empujando, intentaron robarle la cartera a uno de los que estábamos allí, que alertó de la situación y lo que ocurrió en la siguiente estación me lo guardo para mí. Otros dos investigadores del genoma humano se subieron en la siguiente estación con idéntico resultado.
En resumen, no sólo se trató de un caos organizativo sin precedentes y un dispositivo policial ridículo a la altura, como mucho, de un Real Madrid-Levante. Es que estábamos solos a merced de la ley de la selva de Saint Dennis. Jóvenes, ancianos, padres, madres, chavales, niños. Tanto de uno como de otro equipo. Todos abandonados a su suerte.
Pues bien. Una vez nos alejamos en el tren dirección hacia París habiendo logrado mantener todas nuestras pertenencias a salvo y nuestra integridad física intacta pensamos en cenar algo en los Campos Elíseos, lejos de todo aquel caos. Así que allí nos bajamos. Supongo que la mayoría estará al tanto, los Campos Elíseos son una mezcla entre la Gran Vía y Serrano, es decir, una amplia avenida llena de tiendas -algunas muy caras- y restaurantes de todo tipo. Nuestra intención era ir a McDonalds para cenar algo antes de irnos al hotel.