Es curioso, aunque poco de lo que voy a contar le va a servir a tsar creo, si tiene que ver con la grada de Gol pero esto ocurrió un día de invierno.
Pues aquel día, asistí al nacimiento de un celtista, ya hace tiempo. El Celta jugaba de noche contra el Atlético y yo volvía para casa, de aquella en A Ramallosa, con mi hijo que tenía unos siete años y nunca había entrado al estadio, quedaba poco para acabar el partido y recordé que unos cinco o diez minutos antes del final abrían las puertas para el que quisiera ir saliendo. Así que malaparqué el coche al lado de una puerta de la grada de Gol, cogí al niño de la mano en la oscuridad de la calle, el campo rugía quizá los aficionados un poco cabreados, pasamos la puerta, subimos y salimos al deslumbrante, iluminado y rugiente estadio, que estaba lleno prácticamente, nadie se quería ir.
Miré a mi hijo, los ojos como platos, asombrado por todo, el contraste de la noche en la calle al verde iluminado del campo, la emoción de la gente que le fue trasmitida al instante y los nuestros, los celestes, eso le quedó bien claro.
Ahí nació un celtista por siempre, nunca olvidaremos ese día.