Esta temporada la federación metió al equipo de mi hijo con los mayores. Ha sigo docena de goles tras docena de goles porque cada vez que recibían uno bajaban los brazos. Daba igual que hubiesen aguantado 15 minutos a 0, una vez que iban perdiendo se dejaban ir como si no hubiese solución.
Un día, entre tanta desazón pasó algo contra un equipo que estaba a un mundo en la tabla. Salieron jugando bien, tuvieron incluso un par de ocasiones, pero llegaron al descanso 5-0. Parecía que iba a ser la misma historia de siempre, pero al saltar al campo marcaron, 5-1. Celebraron el gol con alegría y los padres también saltamos, como siempre. La cosa se sintió rara, porque era un campo sin gradas y estábamos rodeándolo. Se escuchó nuestra celebración de otra manera, como de todos los lados y más encima del campo. El goleador, además, se puso a correr buscando a su madre que no la veían con el resto detrás.
Sacaron y al minuto, 6-1. ¡Qué pena! Pero, al rato, consiguieron el 6-2 y volvimos a rugir. Animados porque nos escuchábamos animar nos pusimos tontos y empezamos a cantar RE-MON-TA-DA RE-MON-TA-DA. Recuerdo a los niños del otro equipo mirarnos con cara de ¿qué están cantando? En nada 6-3. Celebramos de nuevo y ya nos pusimos en plan grada de animación. 6-4. Al palo. Paradón. Los chavales corriendo como nunca, intentando cosas, no los reconocías. Paradón. Subían los decibelios. ¡6-5! ¡RE-MON-TA-DA RE-MON-TA-DA! ¡¡6-6!! ¡Árbitro la hora! Otra al palo. Otro paradón. 6-7, la grada enloquecida, los chavales celebrando tirando en plancha desde el banquillo… Acabaron 6-9 con dos palos y siendo el mejor del otro equipo en la segunda parte su portero.
Fueron una apisonadora por pura confianza y porque el otro equipo estaba muy descolocado con el ambiente que se generó. Fue un oasis en mitad del desierto que compensaba un año de mierda y la esperanza a la que me agarro para no asumir que esta noche pasará lo que debería pasar sino algo distinto.
Lo cuento para darle la razón a La_Máquina: un ambiente diferente, nuevo, especial, puede hacer que el equipo sea otro. No es cuestión de fútbol ni de estrategia, es cuestión de que se dé la magia. Confiemos.