Lo que está pasando es algo terrible. No recuerdo una racha de infortunios, compuestos de desgracias deportivas y agravios arbitrales, de tal magnitud desde que tengo conciencia celeste.
Parece que los astros se están alineando para cumplir esa máxima que reza que la catástrofe celeste suele ser directamente proporcional al calibre del evento que se conmemora. El centenario pinta a tragedia, y no es ningún mantra para espantar el mal fario, sino más bien una dolorosa constatación de la realidad que nos acecha.
¿Por qué? ¿Por qué está pasando todo esto? ¿Qué motivos palpables, no aquellos insondables que se encuentren más allá de la razón como guardianes del aforismo "somos el Celta", se encuentran detrás de esta concatenación de dramas? Pues yo creo que la mayoría, muchos de vosotros, finos analistas de nuestra realidad, ya os habéis ido encargando de desgranarlos durante las últimas semanas: errores individuales, errores arbitrales y mala confección de la plantilla están en ese podio.
Más o menos identificado el problema... ¿ahora qué hacemos? Con los errores arbitrales poco que hacer, más allá de hacerlos públicos y notorios, para que al menos el atraco no salga del todo impune, y conseguir que no nos descentren en nuestro rendimiento deportivo. Con los errores individuales pues... entrenamiento, concentración e intentar que la racha horrible de resultados amaine y con ella la ansiedad que seguro atenaza a buena parte de una plantilla endeble y timorata, poco preparada para sacar los dientes cuando la carretera se pone cuesta arriba. ¿Y la estructura de la plantilla? Mercado de invierno dicen. Puede que eso arregle algo, pero me cuesta mucho creer que lo que no se solventó en un largo mercado estival con los bolsillos bien cargados, de mala manera se va a solucionar en un periodo tan restringido y atípico como el rastro de mediados de temporada. Ya el verano que viene será, caso de obrarse el milagro y que un Moisés celeste consiga que las aguas de la ría se aparten y lleguemos todos dando un bonito paseo hasta las Cíes.
¿Expectativas entonces? Pocas. Estoy convencido que todo apunta a un final de temporada trágico, como he dicho en más de una ocasión muy a nuestro estilo (eso sí que es "denominación de origen Celta"), que dará la bienvenida a la nueva presidenta al igual que hizo con su padre y antecesor: con un descenso a segunda división.
Es lo que hay. Efectivamente somos el Celta. Pero seguramente también volveremos. Y ojalá ahí ya sí hayamos aprendido de lo que nos ha despeñado por el barranco en una de las etapas que, por lo económico, por nuestra enorme cantera, por nuestro crecimiento como club en muchos aspectos, tendría que haber sido tal vez la más exitosa de nuestra historia pero que, una vez más, va a terminar recordándonos lo que somos. A pesar del himno. A pesar de los fastos. A pesar de todo. Somos el Celta.
Pero yo te quiero Celta. Yo te quiero.