Vaya, pues hoy no competimos.
Porque igual competir era la ensoñación de encerrarte atrás en el Bernabéu, cederle el balón a un Madrid que, aunque menor, es infinitamente superior a ti, y ver si tras chorrocientos córners y aproximaciones varias concedidas al rival eres capaz de conseguir defender, o más bien ellos son capaces de fallar, el buen puñado de ocasiones que generen. Y ya para rizar el rizo del milagro, que le caiga algún balón despistado a un killer del área, como podría ser De la Torre, y la incruste en las mallas rivales. Eso sería competir a full. Competir on top. La realidad, claro, es que un Madrid al tran-tran te mete 4-0.
¿Y ahora qué? Porque a Benítez no lo van a echar, ni mañana ni aunque perdamos en Sevilla. Y estos jugadores, independientemente del director de orquesta, conforman un grupo vulgar, muy vulgar, que por más que se le llene la boca el entrenador al decirlo, son incapaces de ser competitivos, ni en el Bernabéu ni en Vallecas ni en el mismísimo Balaídos. ¿Y ahora entonces qué? Pues ahora creo que ya sólo nos queda encomendarnos a la diosa fortuna y rezar lo que sepamos para que en las diez jornadas que restan el Cádiz haga un punto menos que nosotros. O que el Rayo no pare su caída libre. O que haya un hundimiento tremebundo de algún equipo que nadie se espera. Porque desgraciadamente yo de este combo jugadores/entrenador ya espero muy poco.
Para esto nos ha quedado el centenario Rafa. Para competir.