Me he despertado y todavía sigo abraiado por lo vivido ayer en Navia. El deporte es uno de los reductos donde todavía se pueden dar los milagros y ayer vimos uno.
El pabellón estaba más lleno que de costumbre. Supongo que las vacaciones, que hubo gente que se ha vuelto a enganchar después de las últimas victorias, que el cartel del contrario es de los mejores que podemos ver aquí, que ellas vinieron con más claque de la habitual (perdíamos en bombos, uno contra tres), pero el caso es que hasta los fondos, habitualmente desiertos, estaban bastante ocupados. Y se notó, vaya si se notó.
Las bajas (Cristina convocó a un par de juniors) condicionaban mucho a un equipo que ya suele ser inferior físicamente a sus rivales. Sólo ver salir a calentar a Perfumerías ya metía miedo. Por otra parte, tampoco teníamos nada que perder; con competir hasta donde se llegara ya estaba bien. Quizá yo no calibrara bien el hecho de que Perfumerías hubiera perdido sus dos últimos partidos porque las rivales no eran mancas y a todos los equipos les llega alguna bajada de nivel a lo largo de la temporada, pero Cristina lo tenía bastante más claro. Al final, como decía Pepu, esto es ba-lon-ces-to.
Y empezó el partido. Y a los tres minutos ganábamos 9-0. Los papeles invertidos: Perfumerías fallando todos los ataques y nosotras metidísimas. El juego fluía, todo nos entraba, la defensa ahogaba a sus rivales y capturaba rebotes contra gente que les sacaba una o dos cabezas, los cambios se sucedían sin que bajara el nivel (hasta Cristina dio ayer algún minuto a Uxi, una de las juniors, lo nunca visto). Su entrenador pidió tiempo, pero les valió de poco. Seguimos machacando. Y llegamos al final del primer cuarto 23-16. Y te dices, “bueno, sólo por este gustazo ya ha merecido la pena; ahora empezarán a jugar y nos llegará la pájara, porque no podemos mantener el ritmo”. Pues no se vayan todavía, que aún hay más.
El segundo cuarto fue aún mejor. Puede que el 9-0 inicial fuera el chute de emoción que les hiciera creer que era posible algo más, pero el segundo cuarto fue ya de baloncesto de tú a tú. Ya no había emoción, sino determinación y vimos los mejores minutos de este año en Navia de cualquier equipo que haya pasado por aquí. A falta de dos minutos ganábamos 41-21. 20 puntos de diferencia a Perfumerías, que no se explicaban sólo por su mal nivel ayer en ataque, sino por el altísimo que nosotras exhibíamos. Ni siquiera el carajal que montaron entre los árbitros y la mesa con las personales (no sé por qué, pero nuestras personales se las anotaban a Robin, la número 1, cuando eran de Musa o de TD) nos desconcentró. Eso sí, ellas usaban los codos que daba gusto, pero acabaron la primera parte con sólo cinco personales pitadas. En los últimos dos minutos antes del descanso nos vino un cierto bajón psicológico, cosas del vértigo, y ellas aprovecharon para maquillar un poco el resultado, pero igualmente ganamos el segundo cuarto. 44-31. Y ya nos lo empezamos a creer.
Después del descanso no nos vinimos abajo, pero ellas subieron el nivel, cosa esperable por otra parte. El encuentro fue entonces de poder a poder y si habíamos llegado hasta aquí, nadie nos iba a bajar de la ilusión. A esas alturas, Navia ya gritaba, jaleaba y empujaba como si no hubiera un mañana, porque todos veíamos que sí se podía. Y ellas tiraban de nosotros. ¿Que la cosa iba de triples? No pasa nada, Samson, Robin, TD, Sara, Laura, quien lo intentase ayer la metía. A esas alturas aquello no era un partido de liga regular; era una semifinal de la Copa de Europa y las íbamos a eliminar. El cuarto acabó 63-51. Lo perdimos, pero sólo por un punto. Y sólo quedaba el último cuarto.
Aguantamos lo suficiente al principio del cuarto para mantener las ventajas, pero a ellas les empezaron a entrar los triples o las entradas a canasta inverosímiles que no les habían entrado antes y a nosotras nos empezaron a pasar factura el cansancio físico y el psicológico. Tuvimos un par de pérdidas absurdas en saques de banda, el único lunar técnico ayer. Poco a poco, punto a punto, ellas limaban la diferencia; anotaban de tres, pero nosotras seguíamos anotando de dos, hasta llegar a un momento que, para mí y visto el desarrollo posterior del partido, fue clave. Llegaron a ponerse a siete puntos por debajo y en ese momento Anne y Regina anotaron dos triples seguidos, con un ataque fallado por ellas, y devolvimos la diferencia a trece puntos, con medio cuarto por jugar. Eso nos permitió respirar y retrasar todo lo posible el momento en que nos metieran presión de verdad en el marcador y el miedo a ganar pudiera hacer el resto. Ellas volvieron a acercarse, metiendo triples que ya no alcanzábamos a tapar, pero no bajamos los brazos. Ayer quizá tuviéramos la sensación de que no metimos tantos puntos en el último cuarto, pero todavía metimos diecisiete. Ellas veían que se aproximaban, pero se les hacía durísimo, porque siempre que daban un paso, nosotras teníamos una canasta oportuna que nos mantenía la cabeza fuera del agua. Y así hasta entrar en el último minuto bailando sobre el alambre, pero todavía, (creo) cuatro puntos arriba. Llegaron a ponerse a un punto y el corazón ya no estaba dentro del cuerpo. Pero, por una vez, gestionamos mejor que las contrarias esa situación. Supimos que no siempre hay que hacer la jugada épica y cascarse un triple para para liquidar el partido, sino que hacer correr el crono y asegurar dos puntos siempre es una buena opción. Supimos hacer la falta que teníamos guardada en el momento justo. Y Samson se redimió de un par de pifias anteriores metiendo tranquilamente los dos tiros libres que nos aseguraban, como mínimo, la prórroga. Quedaban apenas tres segundos para su último ataque y se empotraron contra nuestra defensa botando el balón, sin intentar el triple. Los árbitros sólo pitaron el final y Navia estalló de felicidad.
Se lo merecían. Nos lo merecíamos. Vaya regalazo de Navidad. Este equipo no desciende.